Carta enviada el 11 de diciembre de 2005 por Carlos Rajcovich

 

Queridísimo Gallego, queridos compañeros:

Desde que volví a casa luego de la reunión maravillosa que nos convocó, quise más de una vez sentarme y escribir algunas líneas pero no pude.
De verdad no pude.
Fue tremendamente maravilloso y tremendamente impactante ese reencuentro. Me pegó fuerte.
Tal vez verme reflejado en los otros , tal vez tomar conciencia de los muchos años que han pasado, tal vez reconocer de golpe que uno no es y desde hace mucho un pibe, que uno ha crecido demasiado.
Y esto que sería una tonta verdad ,pega, pega en serio.
Puedo contarles que cuando nos despedimos volvía para casa de mi hija y me baje en Callao y Corrientes para caminar un poco, solo con mis pensamientos, solo con mis recuerdos, tratando de entender como la vida ha corrido tanto.
Me senté a tomar un café en el bar La Paz, con ganas enormes de escribir y efectivamente le pedí al mozo unos papeles y una birome.

Y no hubo caso, no pude escribir una línea. Necesitaba tiempo, reflexión y asumir lo que cuesta trabajo asumir: la verdad.
Del grupo que nos reunimos, pensar que a pocos pude reconocer si no me recordaban el apellido.
A vos Gallego, que si te encuentro en Kualalampur debajo de una baldosa te reconocería ; a Ricardo  Garay mientras lleve esa sonrisa buena de siempre en su rostro; al gordo Quesada con quien nos unen tantas cosas ; a Larghi solo por su voz; a Carlitos Dabondio ,a Luisito Piccirillo  y creo que a nadie más.
Y no es mala memoria. El tiempo nos ha cambiado. A cada uno que llegaba y me decía soy tal, solo quería abrazarlo y no decir palabra.

De vuelta a la casa de mi hija Ana, la esperé y llegó alrededor de las dos y media. Y nos quedamos hablando hasta la siete y algo, tomando no sé cuantos cafés y charlando de ese encuentro, de la bondad o impiedad del tiempo, según como lo sientas.
De esos amigos ausentes, hoy ángeles inolvidables, que estuvieron en nuestra mesa compartiendo la charla y haciendo el trabajo del ángel: cuidándonos.
A los pocos días empezar a recibir algunos correos con palabras de los amigos. Luego tus fotos.
Y yo seguía sin poder escribirles todo lo que siento.
Pero el correo que recibí hoy con la página nuestra, con ese trabajo enorme Gallego, con ese trabajo enorme lleno de humor porque está lleno de amor, pudo más que mis incapacidades sentimentales.

Y entendí que tenía que escribir y  que podía escribir. Que ya nada queda en la garganta que te haga llorar solo por los recuerdos y que te impida decir estas cosas simples que estoy pretendiendo.
Porque lo que hiciste implica un desafío que tiene el poder de curar. De curar el dolor de los olvidos, de curar el dolor del tiempo ,de tratar de buscar entre viejos papeles ,que pudo haber quedado guardado.
De tratar de recordar y poder darle forma de palabra a ese recuerdo. Es tan importante lo que hiciste Gallego que acá estoy.

Ves que lo tuyo cura.
A mí me ha curado al poder superar la emoción y transformar el silencio con que vestí los recuerdos y mandarte estas líneas, para que la subas a la página que genialmente creaste y al mismo tiempo para pedirte que hagas un reenvío de esta carta ,que va como adjunto, a todos los muchachos. Los que estuvieron y los que no.
Yo sé que los buenos ángeles sabrán como hacer para leerla.
Quedo comprometido en buscar cosas de aquellos cinco años que compartimos o de algunos años más dado que también hice parte del primario en el Acosta.
Lo que pueda encontrar los vas a recibir.
Gracias Gallego por permitirme escribir esto y gracias a todos los compañeros porque a ellos debo la emoción, la lágrima escondida y también la posibilidad de hacerme ver hoy como lo que soy hoy, aunque algunas veces uno se resista.
Pero de todos recibí una libertad: la de la verdad, porque amorosamente hicieron cierto aquella aserto evangélico, que solo la verdad nos puede hacer libres.
Y hoy siento esa verdad y la libertad de reconocerme cuarenta años después.
Hace pocos días encontré esta bendición irlandesa que les mando a todos. Es muy bella, muy simple y quiero que la reciban con el corazón, para esta Navidad y luego de cuatro décadas 

BENDICION IRLANDESA
Que la tierra se haga camino delante de tus pasos
que el sol brille suave frente a tus ojos
que la brisa del espíritu sople cálida a tus espaldas,
que la lluvia caiga generosa sobre los campos,
pero solo allí donde se necesita.
Y, hasta que volvamos a encontrarnos
que el Buen Dios te bendiga
y te guarde en la palma de su mano
.
S
AN PATRICIO

Gracias de nuevo, Gallego, por tanto amor.
Por favor reenviásela a todos.
Y a vos y a todos
 

y hasta que volvamos a encontrarnos
 
va mi corazón , un poco más viejo pero con la misma capacidad para quererlos.

Pinamar,11 de Diciembre de 2005.
Carlos Rajcovich

           

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