Queridísimo
Gallego, queridos compañeros:
Desde que volví a casa luego de la reunión maravillosa que nos
convocó, quise más de una vez sentarme y escribir algunas líneas pero
no pude.
De verdad no pude.
Fue tremendamente maravilloso y tremendamente impactante ese
reencuentro. Me pegó fuerte.
Tal vez verme reflejado en los otros , tal vez tomar conciencia de los
muchos años que han pasado, tal vez reconocer de golpe que uno no es y
desde hace mucho un pibe, que uno ha crecido demasiado.
Y esto que sería una tonta verdad ,pega, pega en serio.
Puedo contarles que cuando nos despedimos volvía para casa de mi hija y
me baje en Callao y Corrientes para caminar un poco, solo con mis
pensamientos, solo con mis recuerdos, tratando de entender como la vida
ha corrido tanto.
Me senté a tomar un café en el bar La Paz, con ganas enormes de
escribir y efectivamente le pedí al mozo unos papeles y una birome.
Y no
hubo caso, no pude escribir una línea. Necesitaba tiempo, reflexión y
asumir lo que cuesta trabajo asumir: la verdad.
Del grupo que nos reunimos, pensar que a pocos pude reconocer si no me
recordaban el apellido.
A vos Gallego, que si te encuentro en Kualalampur debajo de una baldosa
te reconocería ; a Ricardo Garay
mientras lleve esa sonrisa buena de siempre en su rostro; al gordo
Quesada con quien nos unen tantas cosas ; a Larghi solo por su voz; a
Carlitos Dabondio ,a Luisito Piccirillo
y creo que a nadie más.
Y no es mala memoria. El tiempo nos ha cambiado. A cada uno que llegaba
y me decía soy tal, solo quería abrazarlo y no decir palabra.
De vuelta a la casa de mi hija Ana, la esperé y
llegó alrededor de las dos y media. Y nos quedamos hablando hasta la
siete y algo, tomando no sé cuantos cafés y charlando de ese
encuentro, de la bondad o impiedad del tiempo, según como lo sientas.
De esos amigos ausentes, hoy ángeles inolvidables, que estuvieron en
nuestra mesa compartiendo la charla y haciendo el trabajo del ángel:
cuidándonos.
A los pocos días empezar a recibir algunos correos con palabras de los
amigos. Luego tus fotos.
Y yo seguía sin poder escribirles todo lo que siento.
Pero el correo que recibí hoy con la página nuestra, con ese trabajo
enorme Gallego, con ese trabajo enorme lleno de humor porque está lleno
de amor, pudo más que mis incapacidades sentimentales.
Y entendí que
tenía que escribir y que podía escribir. Que ya nada queda en la garganta que te
haga llorar solo por los recuerdos y que te impida decir estas cosas
simples que estoy pretendiendo.
Porque lo que hiciste implica un desafío que tiene el poder de curar.
De curar el dolor de los olvidos, de curar el dolor del tiempo ,de
tratar de buscar entre viejos papeles ,que pudo haber quedado guardado.
De tratar de recordar y poder darle forma de palabra a ese recuerdo. Es
tan importante lo que hiciste Gallego que acá estoy.
Ves que lo tuyo cura.
A mí me ha curado al poder superar la emoción y transformar el
silencio con que vestí los recuerdos y mandarte estas líneas, para que
la subas a la página que genialmente creaste y al mismo tiempo para
pedirte que hagas un reenvío de esta carta ,que va como adjunto, a
todos los muchachos. Los que estuvieron y los que no.
Yo sé que los buenos ángeles sabrán como hacer para leerla.
Quedo comprometido en buscar cosas de aquellos cinco años que
compartimos o de algunos años más dado que también hice parte del
primario en el Acosta.
Lo que pueda encontrar los vas a recibir.
Gracias Gallego por permitirme escribir esto y gracias a todos los compañeros
porque a ellos debo la emoción, la lágrima escondida y también la
posibilidad de hacerme ver hoy como lo que soy hoy, aunque algunas veces
uno se resista.
Pero de todos recibí una libertad: la de la verdad, porque amorosamente
hicieron cierto aquella aserto evangélico, que solo la verdad nos puede
hacer libres.
Y hoy siento esa verdad y la libertad de reconocerme cuarenta años
después.
Hace pocos días encontré esta bendición irlandesa que les mando a
todos. Es muy bella, muy simple y quiero que la reciban con el corazón,
para esta Navidad y luego de cuatro décadas
BENDICION IRLANDESA
Que la tierra se haga camino delante de tus pasos
que el sol brille suave frente a tus ojos
que la brisa del espíritu sople cálida a tus espaldas,
que la lluvia caiga generosa sobre los campos,
pero solo allí donde se necesita.
Y, hasta que volvamos a encontrarnos
que el Buen Dios te bendiga
y te guarde en la palma de su mano.
SAN PATRICIO
Gracias de nuevo,
Gallego, por tanto amor.
Por favor reenviásela a todos.
Y a vos y a todos
“y
hasta que volvamos a encontrarnos”
va mi corazón , un poco más viejo pero con la misma capacidad para
quererlos.
Pinamar,11
de Diciembre de 2005.
Carlos Rajcovich
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